domingo, 30 de agosto de 2015

XXI. TORRE

A través de sus ventanas salinas,
de la eminencia faro: arrojo y desafío,
se yergue de Babel emblema,
y titánica rinde
su mole en escombros diurnos.
Relámpago justo del cielo,
providencia y martirio que exasperan
la lluvia de acero que pende del badajo,
redención imprevista del molde agónico.
Mansión que excede sus límites y usurpa, vigía,
la superficie tenebrosa en rededor;
ínsula desértica donde aguardan rupturas:
témpano gigante, gradual.

En sus hombros, terráqueas esferas
grana en meridianos cromos
y da cocción a su lúcido portento,
exaltación unívoca e invasora,
a la intemperie
sitúa su risco sinuoso
con firmes trazos y concreto dictamen.

Los arcos, austero domo,
simétricos dirime:
ejes que reviran paralelos,
de soberbia hechura,
y subliman su ascensión por gradas de ángulo impecable.
Grecas de abstracción y asilo,
todas escalas sucesivas, guarnición
que vías propias construye verticales
y asigna rutas al Centinela.
Allende la custodia de las tapias,
jerarca rotundo, en escaparates y desvíos
varias facetas lo enmarañan y superponen:
único, inhóspito, dual.
Triángulo de luminosas grietas
que sus lunáticas fases recrea
y a las dunas vence:
algebraico rótulo de poros innumerables.
Tridimensional artificio de la mente,
señal insólita, prominencia metálica,
con sus estados de recios ambages
apareja logros y lápidas sobaja.

© 2015, Edgar Adrián Loredo Silvestre

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