domingo, 30 de agosto de 2015

XVI. CARRUSEL

Cencerros de banderas,
nobles arrullos que mecen al tiempo
e izan himnos intrépidos,
remolinos de hierro
poseedores de inmemorial vorágine.
Constelación risueña,
distraída por el vágido inconcluso
de la estrella sonámbula;
infancia mítica de tres coronas
que augustos giros da sobre la vida:
tropel milenario que no descansa.
Se detiene en un soplo
la barba de algodón azul que apunta
al viaje y su alborada imbatible,
arabesca sonaja
de adorable sonido;
providencial juguete
con oníricos símbolos grabado.
Conducido por fraternal señal,
avanza sin demora hacia el suceso,
rebosante de magia,
vestido con los arcoíris translúcidos,
llovizna de cometa,
hélices efusivas
que estandartes despliegan,
airosos sobre el trono de madera:
pesebre donde comienza el paraíso.

Los valles del dromedario se colman
de alegre multitud,
protegida con turbante de arena,
árido tapiz de grecas y rombos,
alfombras alambradas;
y las ásperas agujas que hieren
las inocentes manos
que se aferran a la joroba ríspida.
El aire amistoso jugar prefiere;
saltar por los cabellos como ráfaga
peregrina del sueño;
balancearse en sus diáfanas pestañas
y huir de la tiranía y de sus profetas,
refugiando en los oasis
la cándida mirada
de los rumiantes camellos vigías.

Ánforas de marfil,
vasijas africanas
sobre lomos de elefantes osados,
misioneros que recorren la estepa
de verdores paupérrimos
sólo para acudir al jubileo
y despedir con pañuelos rojizos
el aroma de la pasión continua,
cuya resina longeva arderá
como alegoría de la unión del fuego
y el bálsamo rendido,
que en incensario de madero doble
soplará su milagro
con humo retozón
y una Alianza de color renovado.

Piafan rubios corceles
en la línea solar
del inhóspito invierno,
exhausta palidez;
procesión cuyo alado impulso vira
sobre ligeros abanicos raudos
y periferia súbita,
revuelo de visores;
alquimia del oráculo
que forja y lustra la medalla indómita
como el preciso engranaje de un péndulo,
obsequio de seis simétricas puntas:
balancín trepidante
que cintas amarra de lado a lado
en el polo magnético
y vuelve al día trapecio,
agorero columpio,
sonrisa de una cuerda.

© 2015, Edgar Adrián Loredo Silvestre

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