domingo, 30 de agosto de 2015

XXVII

Escinde en tajos fortuitos la espada
del Destino los avatares castos,
límpidos naipes de límites vastos
cuyo oro conforma asombrosa triada.

Brinda sueños el Rey de inesperada
solución, infantes plenos y fastos,
porfiados en su labor como bastos
que la Rueda sostienen encrespada.

Baraja Fortuna sus premios y ases,
y da la ilusión de gracias falaces
al rifar su ventura ineludible

en las cartas, de codicias impresas,
portadoras de peligros confesas,
donde nos arrojamos: fe temible.

© 2015, Edgar Adrián Loredo Silvestre

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