del Destino los avatares castos,
límpidos naipes de límites vastos
cuyo oro conforma asombrosa triada.
Brinda sueños el Rey de inesperada
solución, infantes plenos y fastos,
porfiados en su labor como bastos
que la Rueda sostienen encrespada.
Baraja Fortuna sus premios y ases,
y da la ilusión de gracias falaces
al rifar su ventura ineludible
en las cartas, de codicias impresas,
portadoras de peligros confesas,
donde nos arrojamos: fe temible.
© 2015, Edgar Adrián Loredo Silvestre
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