domingo, 30 de agosto de 2015

XIII. NÁUTICA

Desde el faro imposible,
quimera de desvelos y extravíos,
alarmas a las sagaces medusas
con voceos y resacas,
sirena de harapos angelicales,
aurora virginal,
sales al mulato sol y conmueves
a los pairos gimnastas
que asaltan los reflejos.
¿Qué golondrinas deparas allí,
entre los párpados y la marea?
Son del sosiego emblemas,
medallones de plumaje tan fino,
botellas de siete geniales notas,
velas que al viento rasgan:
tornasoles arrullos.
Secuencia de platino,
clarín que retumba en pared turquesa,
espejo de altamar,
naufragio del tintero.
Con zodíacos fijos en el timón
y el ánimo en cardumen,
tú, sirena, retornas al mismo hombro,
lanzas buques y azares,
precipitas la noche
y trenzas al carey con azafranes,
cabellos cuyo vaivén hechicero
deja al amanecer
a merced de las trombas y los cardos
de afónicos navíos,
oxidados asilos de lingotes,
vísperas y huracanes,
sótanos de sal de pérfidos versos
cuyas borlas a la deriva duermen.

Tus senos ineludibles, sirena,
ovaciones de espuma,
ofrecen sus caricias,
tempestad de dulces terrones: perlas,
collar undoso que engalana el cuello
de mástiles gentiles
donde encallan los tímpanos
sus arrecifes de peces inquietos.
Si del intruso apartas,
sirena, las asustadizas conchas
y reúnes en sus diámetros
la alegre bienvenida del futuro,
cofres han de batirse
para conquistar tus verdes tesoros,
tu joven florescencia,
y así volver con odas
que reposen en el fondo turgente
del cual eres vigía.
Boga, y que el infiel broche
sujeto a los rompeolas
sus imanes reconcilie en dos besos.

© 2015, Edgar Adrián Loredo Silvestre

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