y agobian de la brisa su blanca trayectoria;
las celosías abruman con hipnótico soplo
y empañan los balcones con matinal discordia.
De complaciente dermis, cristalino jarrón
la acústica del agua translúcido recorre;
su limpia sed adhiere, sin emoción alguna,
al pendenciero fondo de perspectiva informe.
Se despojan de espinas los henchidos ramajes;
detienen su verdor opulento y abandonan
sus raquíticos tallos a la breve experiencia,
deseo que al descender los sufrimientos ahoga.
Un sensible torrente maquilla los rosales;
los pétalos satura con sus rubores malvas;
adormece las venas, cuya sangre despide
suspiro involuntario que las flores desmaya.
© 2015, Edgar Adrián Loredo Silvestre
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