domingo, 30 de agosto de 2015

XXIV. PANORÁMICA

Blanco suspiro que silencios pliega
confidentes, febriles:
almas afónicas de vuelo obtuso
que murmullos estampan
en cristales anónimos;
lívidas voces desfasadas, yertas,
que deslizan en leves
márgenes roces de inconclusa seda,
parcos jirones que remiendan hilos
en esquivas persianas.
Alas, narcisos de nocturnas prendas,
plata que adhiere en su rondín las finas
norias, vestidos de caricia incrédula
en balcones suspensos;
límites negros los detienen, torpes,
parpadeos vacilantes
sobre insomnios y angustias,
paño y rumores en ventanas húmedas.
Mustio vapor que de los poros brota
e hilarante se impregna
sobre cuerpos unidos
en plural rendición;
velo que rasga pesadillas, miedos;
tálamo breve, en el cual tinta impregna
epilépticas líneas:
pálida virgen cuyas tenues gotas
desvarían un milagro,
éxtasis frágil que se plasma suave
en brumoso revés
de figuras exhaustas.

Lámpara oval cuyos destellos vagan
débiles, ciegos, por ocultos sitios;
rúbricas flojas que sugieren, miopes,
los rincones prohibidos
donde aguardan las lágrimas:
tibias burbujas que deslizan ayes
y diluyen amores,
pátinas blandas de barniz ambiguo.
Nítido globo, de soslayo ubica
y hemisférico señala
lisos tapices donde caen fragmentos
saturados e insólitos,
de la Luna posesos;
últimos ecos de la blonda lengua
que los cuartos menguantes
deja investidos con celajes claros.
Horas que afilan su badajo curvo,
viso pretérito que mudo vuela
y alza precisa su afilada punta
sobre muertos transcursos,
y desata mecánico
índice, roto en manecillas pérfidas
cuyo tiempo suspende
en desdicha la alcoba.
Llaves de hierro que en cerrojos gastan
su pesada cautela,
bronces que intrusos merodean pestillos,
óxido cubre sus antaños bordes
y suspenden incógnitas
necias, esquivas, en portales huecos,
con postigos y aldabas,
sórdidas claves que impedir desean
los difusos encuentros.
Cierzo que finge en olvidada acera
derramar azabache,
bucle sombrío cuya embriaguez etérea
flota, nostálgico refugio orondo,
libre de oníricas, ligeras máculas.
Cálido lecho, tan distante aprecia
los errantes anhelos,
almohadones vertidos.
Sábana idólatra que habita a oscuras
las visiones idílicas,
vanos baluartes donde anida un cénit
como lírica argucia.

© 2015, Edgar Adrián Loredo Silvestre

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